domingo, 31 de marzo de 2013

¿Debemos saber si el presidente es alcoholico?


armen, se me perdió la cadenita
de radio, que tu me regalaste Carmen


Según James Graham, en su estupendo ensayo Historia Secreta del Alcoholismo, hay tres profesiones que se relacionan de manera muy estrecha con el alcoholismo: escritor, político y actor. Con sus respectivas opciones femeninas de chiquillos y chiquillas. Esas mismas actividades van de la mano con un ego superdotado, esa especie de hipermetropía de espejo. Si nos imaginamos entonces a un escritor político, y nos ahorramos nuestro juicio de valor, nuestra mente aterriza de inmediato en José Lopez Portillo o López Obrador. La maravilla tecnológica de la mente, es que un ego gigantezco caben en personas estandar.

Aunque Bukowski y muchos otros parecían hacer la siguiente fila, por este momento no nos interesan los escritores, por ello si ahora, imaginamos a un político alcoholico, nuestra mente tendra que hacer innumerables paradas, pues casi cada político es un alcoholico. Incluyendo claro, a todos esos que colgaban la manta diciendo que su compañero de profesión, también era compañero de cantina.  En la población típica, el alcoholismo tiene una insidencia del 5%, y en políticos de más del 30%. Numerosos estudios que menciona el mismo Graham permiten establecer una relación entre ambos perfiles y lo relaciona a que ambos se construyen a partir de un ego inflado, una autoestima exagerada y autoidolatrizante.

Pero un borracho no es un alcoholico, aunque a veces una persona pueda ser ambas cosas. De hecho, la mayoría de borrachos que vemos no son alcoholicos, y no en vano, pues el alcoholico ha desarrollado tal tolerancia a su droga que puede consumir un litro en unas cuantas horas y comportarse, salvo el aliento, como una persona cuerda. De hecho, aunque hay tan poca información, el alcoholico a diferencia del borracho, tiene dos características de comportamiento en su larga etapa inicial: no tiene cruda,  gran soporte al alcohol, y gran consumo. En la etapa final, puede tener diversos comportamientos, pero ya es lo de menos pues para ese entonces es una persona que ha perdido todo. 

El principal error de la intelectualidad mejica, es pensar como un locutor influyente de radio, en términos de la capacidad del presidente a asistir a eventos. Entonces la misma palabra presidente se vuelve antónimo de alcoholico. Se piensa que un alcoholico como un borracho, que está tirado en la calle y falta al trabajo. Eso es o un borracho novato que quizá se está iniciando en el alcoholismo, o bien, un alcoholico en etapa terminal. Pero no se trata del típico alcoholico. Este, tiene una gran capacidad de resistencia al alcohol y en gran medida no es esclavo de su enervante. He oido "el presidente nunca ha faltado a una reunión, desde las ocho está parado, hasta las doce de la noche, no puede ser alcoholico". Independientemente de que si ha faltado a reuniones por la causa que sea, como todos los jefes de estado, el alcoholico es normalmente una persona funcional. Extraño: entre más se caiga una persona mientras camina, mientras le salga más chueco el cuatro, es porque es menos alcoholico.

¿Y si es una persona funcional que nos importa si el presidente es alcoholico? Graham señala también que los hombres de poder que buscan alimentar su ego, facilitan sus acciones con el alcohol. Y este les permite hacer cosas que no harían de otra forma. Señala acompañando su dicho de notables ejemplos, que en la historia, los alcoholicos han tomado un lugar importante como seres humanos usuarios de la crueldad, destructivos y malvados. Los alcoholicos mediante procesos que explica, destruyen no sólo su familia, si no lo que sus fuerzas les permitan en un proceso ególatra en el que ellos son los que pueden tomar decisiones. Entre más arbitrarias sean, mejor se sienten.  La traición es una de las conductas más frecuentes en el alcoholico, así como la mentira consciente.

Graham señala toda una serie de alcoholicos que encuadran con ese perfil doble de políticos ególatras castigadores y alcoholicos: alejandro Magno, Stalin, MaCarthy, numerosos generales nazis y un sin fin de jueces norteamericanos.

Las decisiones alcoholicas son las peores que existen, pues al contrario de lo que pareciera, son premeditadas, no tienen nada que ver con las acciones borrachas con falta de reflejos. Al contrario, el alcoholico tomará sus decisiones junto con la botella, en una especie de cinismo genético, con sus otros compañeros. Quizá burlándose de sus víctimas.

Lo más importante de la obra de Graham, es que demuestra que un alcoholico en el poder es muy peligroso para la vida de la nación para la que pretende servir, tienden una red de traición de la que después es dificil salir. Entre más alto sea el puesto del alcoholico, en más problemas meterá a mas gente. 

Mmm, justo lo que estamos viviendo. ¿Nos incumbe o no el estado de salud del presidente? 

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