sábado, 26 de febrero de 2011

Dats juai de rito



Ya lo vimos todos. El entrevistador estrella del canal de las estrellas, que en idioma llano vendría siendo la mismísima estrella polar, la que dirige a todos, la más alta, la más brillosa, la más centrada, la más importante, sí, la de los sinónimos, la que permite navegar, la que permite ir sin tropezarse, hace el soberano ridículo al preguntarle a uno de los actores más importantes del mundo, superficialidades extremas en un idioma que deberíamos pensar que es inglés. Uno se cuestiona ¿Qué no sabía que no sabía inglés? Porque uno no va a Polonia y le pregunta en polaco al primer policía que ve ¿dónde está el teatro Wielki?, a menos que, uno sepa polaco.
Una teoría dice que los empleados de la estrella polar para no ser despedidos le dijeron que su inglés era perfecto a tal grado de llamarle El Ticher. Pero resulta más creíble que la estrella polar, inmiscuida en los asuntos de la película, que publicita por no pocos centavos, piensa que una momentánea posesión demoniaca le va a hacer hablar un idioma que desconoce por completo, como le ocurrió a las víctimas del mismísimo chamuco en la mismísima película que quizá le contaron pero que seguro no vio. Y entonces pregunta, cuestiona, interroga, interpela, demanda respuesta, él. SynonymMan, se atreve, lo hace con decisión y cordura,Sanity.  ¿Juai de rito?. El silencio estremece la entrevista, la conversación, la charla, el encuentro. Vocabulario no falta... en español. Pero también estremece su estudio, su foro. Y por supuesto a la industria. En un instante se descubren mil cosas. Porque quedará claro que no es lo mismo un “ai nid to nu if yu rili lov me rosita” que un "juai de rito". Lo segundo es más. Es la arrogancia y petulancia del gran enólogo cuando furioso por la bebida, por el elixir pregunta “¿qué cosecha es este vino?”. No es vino señor, es refresco de uva. Entonces la pregunta pierde sus signos interrogatorios y gana los admiratorios. ¡Juai de rito! ¡Juay de fk and fkn and fknei de rito!

A preguntas incompletas respuestas incompletas
La pregunta, en el momento que lo fue, también fue estúpida; tanto gramaticalmente como profesionalmente, críticamente, espiritualmente y etcéteramente. Profesionalmente lo es, porque el entrevistador creyó que estaba entrevistando a alguien de monta diferente: un Chespurrito, un Chabuelo. Al que pudo preguntar "Juay en familia con Chabuelo? Y recibiría una contestación clara y concreta: bicos la catapixia. O juay el chavo del ocho? Bicos la gente no piensa. Quizá en el momento de mayor respeto pensó que estaba con el recontra entrevistado Diego Luna. O alguno de sus vendedores de baratijas musicales, que sirven para programar las mentes de los mejicas. Es el empleado de la cadena televisiva quien debe ajustarse a la extraña lógica del entrevistador y hacer el trabajo de la estrella polar, porque su labor fundacional es estar arriba.
Gramaticalmente la pregunta es incorrecta pues aunque el entrevistador está acostumbrado a ese tipo de cuestionamientos vacíos y prepotentes que le permiten eliminar cualquier parte de la oración sin que nadie se queje -e incluso también eliminar el trabajo que implica hacer una entrevista- extrae a la pregunta todo contenido, pero quizá como obra del diablo, sigue habiendo curiosamente una pregunta. El ahorro, pereza y total ineptitud del entrevistador, pasa como si fuera cuestión de estilo. Así, decir, en español, ¿Por qué El Rito?, pasa por una pregunta más elaborada como ¿Por qué considera usted que es importante hoy ver o entender la película de El Rito? La elipsis absoluta, demoniaca. Como cuando preguntamos ¿Qué onda? Que realmente no estamos preguntando si hubo alguna onda, no estamos preguntando nada pero estamos preguntando todo. Como echar una semilla, que no tiene nada pero tiene todo. Ahí está el árbol y el fruto, la historia de la tierra y del dna, estoy yo y esta esto, pero a la vez nada. Echar preguntas al suelo hace que algunas prosperen. Por otro lado, cada palabra cuesta en televisión. Aunque el entrevistado se quede 1 minuto viendo al entrevistador creando un silencio electromagnético, es mejor ahorrar palabras, ese silencio es considerado silencio escénico no silencio comercial, es diferente. Economía pura. Pero finalmente si consideramos que la estructura de la pregunta ¿Juai de rito? al igual que la pregunta ¿Qué onda? se trata de una especie de Elipsis Total del Corazón, donde se le quita todo a la frase, el sujeto, verbo y predicado, pero que en los residuos del intento inquisidor, queda la esencia de la misma pregunta, entonces comprendemos que aún no ha sido respondida. Y las preguntas se responden. Pero quizá en venganza de que la pregunta no es formulada, la respuesta no es respondida, aunque sabemos que exista la pregunta. Como cuando nos dicen ¿Qué onda? Solo decimos, “ehh chido”. O algo así. En cambio si nos preguntan ¿Como has estado recientemente? Sabemos que no es una pregunta que ha sido posesionada demoniacamente y la respondemos ampliamente.
La fama e infamia instantánea
Ya ha pasado otras veces pero al revés. Un niño es tirado de un tronco en lo que parece que quedó de un riachuelo putrefacto, y se vuelve famoso. Un supuesto amigo filma al niño y sube el video a internet que prueba el maltrato. Durante una semana el país entero aclama a Edgar por ser idiota. Es entrevistado por el mismo autor de la frase Juai de Rito, sale en periódicos, el video rompe records de visitas. Es la sensación del momento que parece jurarnos que en este país para ser exitoso hay que ser tarado o dejarse hacer cosas por los mal llamados amigos. Un canto a la traición.
Un borracho es detenido en ciudad Juárez por policías armados con alcoholímetro y comienza a decir que tiene miedo, lo repite sin cesar. Es captado por las cámaras de Juai de rito, Se vuelve instantáneamente famoso, tiene su canción, su video y su página tengomiedo.com. La fama le dura una, dos o -en su familia quizá- hasta tres semanas. Luego al olvido. La tele le saca el lado bueno a la imbecilidad criminal de manejar borracho, en vez de un acto puramente delictivo es presentado a la audiencia como algo gracioso. Otro borracho es detenido por conducir ebrio y es entrevistado, diciendo gran cantidad de barbaridades, entonces se vuelve famoso como La Canaca. Luego muere atropellado a manos de una borracha. Lo único que queda de él es la moraleja de que quien a hierro mata a hierro muere. Esos famosos instantáneos tienen la particularidad de que lejos de ser brillantes se diferencian del resto de la humanidad en que son sumamente brutos o irresponsables. El entrevistador se parece a ellos en lo instantáneo y en lo bruto, es una persona que debería dominar el inglés, pues da noticias, ahora sabemos que todas las lee de los diarios mexicanos, o se las cuentan, da lo mismo. Además es tan irresponsable que le es masperosinembargo entrevistar a Anthony Hopkins o a Edgar, el niño tonto que tiraron del tronco. De cualquier modo les va a preguntar lo mismo, que se siente tal cosa, o babosadas por el estilo. Una semana entera es para el entrevistador. Camisas con la frase Juai de rito. Parodias. Canciones. Páginas especiales que abordan el tema, que en realidad no es ninguno, como juaiderito.com. Es el castigo de recibir mala fama sobre fama, negativo por positivo da negativo. La diferencia con los pobres diablos que saltan a la fama de cero es que a éste en vez de escalera le tocó serpiente. Esta bien, es como si lo hubieran agarrado borracho o cayéndose de un tronco. Pero quedó clara la estafa. Nos da noticias – o más bien les da, a quienes ven televisión- un tipo que no conoce el idioma en que –para bien o para mal- se generan las noticias. Es un tipo que de entrada sabemos que no lee el New York Times y que en su vida ha leído un libro o revista en inglés, que son los más actualizados y se supone que el nos actualiza. No conoce de primera fuente los avances de la ciencia o de la política. Eso es lo que grita aturdidoramente el silencio seguido a la frase juai de rito. Pero eso ni siquiera es lo grave pues podríamos pensar que con su gran cantidad de recursos puede valérselas con caros traductores. Lo grave es que tampoco sabe de cine que es una forma de espectáculo, rama de la economía a la que él pertenece. No está enterado del valor de Anthony Hopkins como actor, ni tampoco le interesa. No se siente como cualquiera se sentiría en esa situación, frente al mismo Hannibal Lecter, nunca sintió poder ser comido frente ese mountruo, pues lo recordaba con bozal. Ese es el nivel de frivolidad de quien pretende informar. De ahí se pueden desprender sus criterios de selección de noticias, entre otras cosas. Así, más que a la fama que ya tenía, salta o mejor dicho cae, a la infamia. Ese pecado de no saber frente a quien está, ya le había pasado al mismo Hopkins entrevistado en otra ocasión por el cotizado a precio de chayote Brozo. El payaso en aquella ocasión disfrazado del señor Trujillo, hizo una pésima entrevista con las mismas preguntas estúpidas. Pero, como anécdota para anuncio de escuela de inglés, el payaso si es bilingue y entonces tiene derecho a ser tarado.
Yea yea bat Juay de rito?
Pero así sea un gañan, el entrevistador hizo una pregunta, que por derecho le corresponde hacer. Y no le fue respondida. La pregunta a pesar de todo, es clara aunque incompleta si le hacemos alguna pequeña correción. Why The Rite? Y de la misma pregunta se pueden desprender muchas otras. ¿Por qué alguien de la talla de Hopkins actúa en una película tan mala? ¿Por qué incluso viene a promoverla a Méjico? Es más, ¿por que un director que ha logrado cosas como Vendetta (Hafstrom) saca una pésima película ideal para el Oscar pirata? ¿Por qué tantos actores irlandeses (Ciaran Hinds, Colin O’Donoghue) en una película? En resumen Juai de rito.
La burla a la frase célebre permite esconder la pregunta esencial. Mucha gente irá a ver la película porque se le quedó grabada la graciosísima frase de Juan de rito, pero no responderá la pregunta. Como en el caso Edgar, la burla permitió borrar lo importante que era un grupo de chicos haciendo bulling al gordo como siempre. Nuestra cultura del agandalle puesta en evidencia pero eliminada sutilmente por la retribuida fama del niño abusado.
La trama es tan burra que cualquiera la puede adivinar a partir del título y el cartél. Un sacerdote católico trabaja sacándole el diablo a las personas. Le llevan a un joven estudiante que es un hombre de poca fe no cree en Dios y entonces el Diablo le hace travesuras. Al final acepta creer en el Diablo y entonces el Diablo pierde y con ello comienza a creer en Dios. Todo lo demás es para alimentar la fábula, hacerla creíble. El sacerdote se da sus licencias de prestidigitación. El joven no teme al diablo porque su familia era de muerteros. La guapa mujer no es monja si no periodista monolingue. En algunos momentos como que la película quiere funcionar y en otros es tan aburrida a pesar de la música -casi de terror, casi de bar- que uno quisiera de pronto creer en Dios o en el Diablo y rezarle para que acabe la película. La moraleja ilustre deja el film como una mezcla extraña de El Exorcista (pero chafa), Chiquidrácula y el chiste de Pepito y el papelito: hay que creer. Así, como la canción de Alejandro Filio: habrá que creer. La modernidad ha hecho a un lado el monopolio de Dios sobre la vida, la moraleja da chance a los que quieran creer en el chamuco, en la santa muerte, en el che, en lo que sea, pero exige creer.
En Europa la película se estrena hasta marzo. En Méjico urge su estreno y aparece en pantalla tan solo 1 mes después que en Estados Unidos. ¿Por qué tanta prisa? Habrá que creer.
Si antes se exigía creer en Dios, ahora la película deja claro que lo importante es creer. Finalmente es igual de negocio que la gente crea en Dios o en el Diablo, da lo mismo vender cruces que sal, pero no creer implica una pérdida comercial. Si la gente toma Pepsi, le importa a la Coca, si toma Coca le importa a la Pepsi. Pero si no toma nada, entonces le importa a la industria refresquera. Lo mismo aquí. Mediante un mecanismo algo simple, entendemos que si creemos en Dios estamos a salvo del Diablo, y si creemos en el Diablo Dios nos cuida. No hay problema, la religión se adapta. Es más o menos la moraleja de la película.
Hoy la iglesia católica está desbancada. Quien va a creer en el Diablo si los sacerdotes pederastas superan cualquier expectativa que se hubiera fincado en los demonios. El Rito no da miedo, dan miedo los Legionarios de Cristo con su espada desenvainada. No da miedo que Regan MacNeil tenga cabeza giratoria, da miedo que la iglesia gire su mirada sobre nosotros, sobre nuestros hijos. El Excorsista se vendió como película de terror, mientras que El Rito sale como película de intriga. Las escuelas de la iglesia ven como cada año disminuye su matrícula. El Padre Maciel parecía contener al demonio y con el titrar abajo el negocio de las monjitas y monjecitos. Las misas cada vez tienen menos gente. Las personas van dejando de casarse por la iglesia porque más que una bendición parece una maldición. Y Dios parece estar cada vez más lejos. Al menos no parece estar cerca de Africa o de Ciudad Juárez. Y sin embargo Méjico tiene un gobierno mojigato que parece ir contra la tendencia que los técnicos llaman secularización, que consiste en que la iglesia deja de tener poder y control sobre las vidas de las personas. La iglesia lentamente va aceptando lo que ya no tiene más remedio que reconocer, que la homosexualidad no es una enfermedad, que la legislación que proteja el aborto es necesaria, que el divorcio es necesario, que las mujeres deben estar integradas en todas las etapas institucionales, incluso en la misma iglesia. Así funcionan todos los negocios. Cuando hay competencia, -que en este caso son los Testigos de Jehová o las otras religiones cristianas – el producto se debe mejorar y ofrecer más por menos. Plaza, Producto y Promoción, dicen los mercadólogos. Plaza, iglesia. Producto, Dios. Promoción, juai de rito. El papel de El Rito es una promoción de la idea central del catolicismo: el perdón es siempre viable, pero sólo si se cree. Dios perdona aunque sea a partir del mismo demonio. Que mejor que promocionar justo cuando se desmorona el edificio, la plaza, la iglesia. Así al menos las piedras que queden pueden servir para construir algo aunque sea más pequeño. Dats juai de rito.