domingo, 26 de diciembre de 2010

La frontera


X Tona Mini



Recuerdo tan bien el pasado, como sonaba la canción de Imagine de John Lennon, en este mismo cuarto, mientras mi padre iba haciendo su maleta para irse ese mismo día de la casa a un lugar quizá lejano. Como me ha retumbado cada momento de mi vida esa canción sobre mis recuerdos. Nunca hiciste lo suficiente para que las cosas mejoraran. Esta vez no iba de vacaciones ni de trabajo, esta vez se iba a hacer una vida, según sus palabras, pero tú le dijiste que se iba a hacer una muerte. El contestó que sí, que seguramente eso encontraría, y que no la rechazaría. Dijiste que la muerte era lo único que uno no podía rechazar, que era inútil. Dijo que la muerte era parte de la vida y tu dijiste que no, que la vida era parte de la muerte. Hasta que llegaron a un extraño convenio según el cual acordaron que el sueño era parte de ambas. A los pocos minutos volvieron a pelear por otra cosa. El dijo que se iba y punto. Tu dijiste que no se iría y el siguió guardando sus cosas. Nunca te llevaba la contra, eso te hacía sentir poderosa, pero en esta ocasión, sentías el deseo que te contradijera. Pero era imposible, tú siempre lo contradecías. Tú gritabas que eran la peor pareja, que habían hecho la peor familia, que sus dos hijos habían salido inútiles, y él solo decía que sí, y mientras tú le dabas todos los argumentos para que pudiera debatir el dicho con cosas tan obvias y fáciles de negar el solamente movía la cabeza afirmativamente. Cuando no encontrabas obviedades mayores dijiste que por la situación todos estábamos tomando un tono verde en la piel. El nos miró y luego se rió como denunciando tu locura. Llenaste el cuarto de mentiras, tantas que mucho tiempo pensé que las cuarteaduras que se hicieron tiempo después habían aparecido por todas las mentiras estaban amontonándose para salir y buscaban su expulsión. Por eso esta casa parece caerse. Dijiste decenas de argumentos falsos que de ser ciertos favorecerían la idea de la separación. Somos la familia más pobre. Dijiste viendo el bosque que rodeaba nuestra casa tipo californiano, tocando con cierto nerviosismo la seda de las cortinas. Nunca estás aquí dijiste frente a las fotos de la pared sin verlas, donde estaba él conmigo recibiendo mi diploma de primaria, de secundaria, contigo en la playa, con los dos en una montaña, adentro del auto, en el techo reparando una gotera, siempre estaba presente. En la escuela me preguntaban si mi papá no trabajaba. Porque siempre estaba con nosotros. También le dijiste que nunca hacía tareas del hogar, lo decías parada sobre un piso limpió y brillante que el había pulido el día anterior. Cuando ya no pudiste decir más mentiras le dijiste que ya no lo querías, lo decías mientras llorabas y tus lágrimas definían un río húmedo que arrastraba tu maquillaje oscuro, dejando ver tu piel clara. Como si estuvieras lista para decir que eras su negra esclava. Y el a todo te decía que sí. Nunca lo vi dándote tanto la razón porque si nunca te contradecía, tampoco nunca estaba de acuerdo contigo. Era neutral en la guerra que todos los días librabas tu contra ti. No era la primera vez, diario se lo decías, él te pedía que le dieras una oportunidad, que haría un esfuerzo, que ahora sí dejaría de tomar, realmente siempre dejaba de tomar, y siempre volvía a beber, le reclamabas y él decía que no te preocuparas, que el cuerpo tenía que descansar, ya fuera de tomar o ya fuera de beber. Se ponía a trabajar, y nos invitaba a comer o al cine y salíamos contentos los cuatro. Era un efecto que duraba 12 horas, siempre pensé que podía ser producto de una medicina, todas las medicinas tienen un efecto limitado. Y siempre cargaba sus pastillas, eran tres, pensé que las pastillas servían para uno, estar contento, dos, no enojarse y tres, echarle ganas. Pero también hacían efecto en ti, siempre pensé que tu también tomabas las pastillas. Volvían a pelarse y volvía a pedirte una oportunidad, a veces decías que las oportunidades así se llamaban precisamente porque la palabra venía del latín “oportunitas” de “op” que significaba ante y “portus” puerto, o sea que oportunidad era como estar ante un puerto. Que los viejos marinos veían en los puertos los lugares donde podían satisfacer todas sus necesidades, incluso las sexuales. Eso se lo decías cada vez que podías y una vez el te dijo, pues aprovechemos el puerto, vayámonos de vacaciones a Tampico, porque de ahí eres. Ese día tu le dijiste, de acuerdo, vamos a Tampico, hicieron las maletas y al ver eso, yo y mi hermano tuvimos un ataque de risa y alegría. Nos fuimos cantando y contando cuentos todo el camino, tu contaste el mismo chiste 6 veces. Ese del hombre que entra a la librería y le pide a la encargada el libro “Hombres, el sexo fuerte” y ella responde Ciencia Ficción en el siguiente pasillo. La primera vez soltó una carcajada, la segunda una risa, la tercera una sonrisa, la cuarta una mirada, la quinta un gesto, a la sexta no hizo nada. Entonces tú te enojaste, le preguntaste primero si estaba enojado, ante la negativa le dijiste que él no quería cambiar. Y yo les pedí que no se pelearan, tu volteaste y nos sonreíste, entonces le acariciaste el cuello, y mejor cantamos. Cuando vimos el mar
tu dijiste, aquí está el puerto, la oportunidad, ¿Qué haces frente al puerto? Le preguntaste y el respondió ¿me ahogo? Entonces te enfureciste, golpeaste el carro, casi rompiste el vidrio. Apagaste la música. Dijiste que no podía ser posible tanto pesimismo. El dijo que el pesimismo era la garantía de acierto. Y frunciste el seño y así te duró hasta el regreso. Ese fin de semana fue él más horrible que recuerdo en mi vida, yo y mi hermano no abrazamos como siempre y no nos soltamos hasta que estuvimos de nuevo en México. Yo siempre tratando de proteger a mi hermano menor. Nunca pensé que dos personas podían estar abrazadas tanto tiempo. Hoy todavía cuando veo a mi hermano permanecemos abrazados un gran rato y yo pienso que es en recuerdo a ese día. Que hacía una persona ante un puerto. Le preguntabas que qué había hecho él ante cada puerto que se le presentaba, ante el puerto que habías sido tu en su vida. Le dijiste que su vida era un desperdicio, que no servía para nada, que era un puerto sin muelles a donde llegaban barcos sin anclas . Que no tenía comparación con los viejos marinos que si tenían que hacer todo lo necesario, que esa era la diferencia entre distintos tipos de navegantes, le dijiste que el navegaba por la vida sin que hubiera puertos, que quizá cruzaba océanos. Le preguntaste que cuales eran los puertos de su vida y contestó que el puerto de Veracruz y el de Manzanillo. Dijiste que había dos tipos de personas, los que aprovechaban los puertos y los que los dejaban pasar tontamente, los que desaparecían todas esas oportunidades. Y mientras iba guardando sus cosas yo le pedía que se tomara una pastilla para echarle ganas que así al rato se contentaría, pero ya no se tomó ninguna. Iba saliendo él por la puerta y yo le gritaba llorando, y seguía el disco de Imagine porque tu lo habías puesto en repetición, como si quisieras ponerle fondo musical a la situación tan horrenda. Tómate por favor tus pastillas, quédate. Le grité que no podía dejar a dos niños, uno de 11 y uno de 10. Mi hermano me abrazó y le seguí rogando a mi padre que no se fuera. Pero él seguía en ese tortuoso proceso de guardar cada camisa, doblarla, y quitarle algo de polvo. Y tu le decías que para que quería tantas camisas, si todas eran blancas. Que si quería las podía guardar ahí, y que fuera cuando quisiera por ellas. El te dijo que eso era definitivo, que no iba a regresar ni por camisas ni por ninguna otra cosa. Mientras tú, sacaste tu agenda y le dijiste que no se fuera en ese momento, que estaba bien que se fuera pero no en ese momento, tomaste tu lápiz e hiciste cuentas, no te puedes marchar que no ves que en junio es mi cumpleaños, en julio apartamos tiempo en Acapulco, ¿que no es tu puerto también?, en agostó son vacaciones y los niños tienen que disfrutarlas, en septiembre son las fiestas patrias y quedamos de ir con los González Cedera a celebrar a Querétaro, en octubre cumple años mi papá y ves que ya está muy enfermo, en noviembre vamos a ir a la fiesta de día de muertos de Teotihuacan, quedamos con los Ferrer Almeida, en diciembre es navidad que estamos tratando de decidir si lo pasamos con los Alcantara Iñaki o con los Valtierra García y en enero es principio de año. En febrero no tenemos ningún compromiso pero yo presento mi declaración de ingresos y vez que siempre me ayudas con eso, febrero es el mes del amor y la amistad, que te parece si te marchas en marzo, mientras no sea en primavera. Es una mejor fecha que no sería tan traumática. Que no ves que ya me voy, ¿no te das cuenta? ¿Crees que esto es un acto social o una fiste? Al contrario, es un acto antisocial. Es un terremoto. No es un compromiso social tampoco, muy al contrario es el rompimiento de cualquier compromiso. Es como tus lágrimas, es mi compromiso con la realidad, de que nada cambiará. Y tu volvías a decirle todas esas mentiras suplicando con la mirada que te contradijera, como gritándole, ¿no vez que cosas tan absurdas te digo?, querías que te gritara, que comenzara a recitar por primera vez, no es cierto, somos una bonita familia, no somos pobres, no somos lo peor, somos idénticos a cualquier otra familia, somos lo mejor. Pero no se atrevió a contradecirte, en todo tenías razón.

¿Qué no estoy viendo el pasado, que estoy viendo el futuro? ¿Qué las cuarteaduras están en mi casa y no aquí? ¿No las reparaste? ¿Qué yo soy quien tomo pastillas? Para la memoria o la depresión? Estas mal, ¿para que serían las otras dos? La locura no se cura con pastillas. No es cierto, yo nunca he tomado pastillas a escondidas. Mi padre no tomaba insulina. No es cierto, mi padre no marcho en silencio el último día que lo vimos. Claro que sabes latín, no me mientas. No me digas que no te sabes todas las etimologías latinas. No es cierto, a mi nunca me gustó el latín, es mentira no era la materia que mas estudiaba yo en la preparatoria, deja de mentir, yo nunca dije que sería traductor de latín. Si eres de Tampico madre, no me trates de confundir. no es Ana quien es de allá, porque me quieres volver loco. No es cierto, cuando mi padre se fue yo no tenía 14 años sino 10 años sino 14 sino 10. No lloraste cuando se fue ¿Qué el lloro? ¿Quieres embaucarme en que lo que recuerdo no es mi vida? Es ridículo, ¿Cómo iba a recordar una vida que no es la mía? ¿Cómo voy a recordar el futuro? Es absolutamente ridículo. lloré.

No es cierto, no es cierto y no es cierto. El chiste del que hable no lo escuchaste en el Show del gordo ese que salía en la tele, cuatro años después de que mi padre muriera. Tu lo contaste no te hagas tonta. No era un chiste nuevo. No, recuerdo clara tu voz cuando contaste el chiste de la feminista en la librería, no lo contó Ana en la navidad pasada como dices, y no fue ella quien me lo contó, tu lo contaste. No evadas la realidad. Entiendelo, no soy yo quien peleó con Ana, tratas de ver en mi lo que viviste con mi padre. No, no, no, no soy yo quien tiene un tiempo en Acapulco. No es Ana, no es Ana la que siempre planea todo, no es ella quien planea morirse un 23 de abril. ¿A que estamos? ¿Dijo de que año?

¿Como se planea la propia muerte? ¿A eso le llaman muerte natural? No, no son mis amigos los Ferrer, los González y todas las familias aquellas, no son amigos míos, no me confundas, tengo las imágenes claras. No me volverás loco.

¿Imagine? No es cierto, cuando se fue mi padre, ya había salido la canción Imagine. No es cierto, no salió un año después. Tu no me acompañaste a comprarlo, ni fuimos al centro tomado de tu mano. No llegamos a escucharlo a la casa, ni me tradujiste la letra ni te pusiste a llorar, ni decías que no podías imaginar un mundo perfecto, ni que no te alcanzaba la imaginación, ni cuando terminaste de llorar, sonó el teléfono y era mi padre. No, no es cierto. Ni preguntó por ti, ni por mi hermano, ni siempre se preocupó por nosotros ni por ti.

Ni estoy recordando el futuro, ni por fin puedo ver el presente, ni aunque sea como un reflejo de mi futuro.

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